
El cantante de Ahumada, en mayo de 1991. Fotografía del archivo Fortín
Mapocho.
Coordenadas: 33°26'20.6"S 70°39'03.4"W (entrada del Pasaje Matte)
Cada
mañana, en la entrada del Pasaje Matte por el lado de Ahumada llegando a la
Plaza de Armas, al centro de la cuadra, la corpulenta figura de don Enrique
Leyton llegaba con su guitarra, su bastón y una pequeña banquita guardada
para él por manos amigas del sector, llenando de música y de hermosa voz
aquel sector céntrico y comercial de Santiago. Su presencia era tan
habitual, que hasta parecía que nunca iba a desaparecer de allí aquella
música y vozarrón inconfundibles, en el acceso del Pasaje Matte, casi en el
corazón de la capital chilena.
Don
Enrique vivía los descuentos de una vida artística, sin embargo, arrastrando
con su macizo volumen y sus talentos una de las historias más pintorescas de
la historia bohemia nacional: el capítulo perdido de La Orquesta de
Ciegos y sus jornadas en el alguna vez célebre boliche
"El Rey de las Papas Fritas", que estuvo ubicado en la esquina de calle
Morandé 610 con Santo Domingo, en un local hoy desaparecido y reemplazado
por una sosa torre residencial, del que ya hemos hablado antes en este
sitio.
Apodado "El Rey" por sus concurrentes, el bar, café y restaurante de don
Ernesto Pizarro llegó a ser un querido centro de entretención y encuentros
para las románticas formas que asumían por entonces las bohemias capitalinas
diurna y nocturna, al alero de ese nombre que jamás ha sido olvidado por sus
comensales sobrevivientes, pero sí por el conocimiento popular de los
santiaguinos en general. Cada una de sus jornadas era animada por las
canciones del Conjunto Forestal, que fue más conocido La Orquesta
de Ciegos, una banda musical compuesta exclusivamente de integrantes no
videntes, con la voz implacable y portentosa de Leyton al micrófono.
El
nombre del boliche donde despegó este cantarín personaje, se debía a la
actividad original que dio prosperidad a sus dueños y que se mantuvo en el
singular sitio, convirtiéndose con el tiempo en centro de eventos y
ofreciendo una cocina algo más sofisticada, con los espectáculos en vivo.
Por su popularidad y por sus presentaciones ofrecidas por aquellos músicos
ciegos y otros artistas que pasaban por su escenario, se sugería ir a
visitarlo a los viajeros extranjeros más temerarios y tentados con la idea
de conocer el Santiago profano pero auténtico, pues el local también tenía
su fama de bravo.