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miércoles, 30 de octubre de 2019

MELANCOLÍAS EN SILENCIO DEL TEATRO AMERICAN CINEMA

El edificio esquina de Arturo Prat con Alonso de Ovalle, luego American Cinema, en plena construcción o acaso modificación. Fuente imagen: colecciones de Pedro Encina en "Santiago Nostálgico".
Coordenadas: 33°26'45.16"S 70°38'58.66"W
Un edificio de cierto aire neoclásico, de albañilería reforzada en marcos de acero y techado de galpón con más de un siglo a cuestas, está situado al final de la primera cuadra de la calle Arturo Prat (ex  Nueva de San Diego) caminando unos pasos desde la Alameda en Santiago hacia el Sur. Con estupendas dimensiones y altura en cuatro niveles, calla en mutismo absoluto su secreto allí, en este popular lado de la ciudad, intrigando con sus formas ostentosas y confundiendo también sobre pasado como uno de los primeros sitios de exhibiciones cinematográficas en Chile.
Después de un largo período de decadencia, ha debido ser restaurado hasta el año pasado por sus propietarios actuales y para evitar pleitos con la administración municipal, según cuentan, cambiando felizmente su aspecto por uno más recuperado y restaurado. Esto no extraña: a pesar de su misterio, figura entre las fichas de los Inmuebles de Conservación Histórica de la Comuna de Santiago, con el folio N° 1356 de 2015. Es, pues, el único edificio que queda en Santiago junto al Teatro Municipal, de los más de 50 en donde se alcanzaron a exhibir películas en plena época del Primer Centenario Nacional.
Sin embargo, no queda mucho de sus características como teatro y cine. Construido a inicios del siglo XX, de unos 1841 metros cuadrados y modificado en su momento para un capacidad de hasta 5.000 personas, en el edificio ya no cuelga el cartel luminoso de los fierros empotrados en la fachada, sobre lo que fueron sus accesos, y tampoco se puede reconocer interiormente la sala, totalmente desmantelada para otros usos en arriendo que se dieron al lugar, tras dejar de servir como espacio de presentaciones de vodevil y teatro de variedades.
La publicación del grupo de investigación y asesorías Santiago a Pie, titulada "The American Cinema o el gran frontón Chile", señala que el inmueble fue primero una cancha cerrada con graderías para el juego de la pelota vasca o jai-alai, establecimiento de 1903 llamado Gran Frontón Chile. El juego todavía era relativamente popular hacia entonces, en varias ciudades del país y practicado desde los tiempos de la Colonia.

jueves, 17 de octubre de 2019

PASCUAL LIBERONA: UN BANDOLERO APODADO "EL BRUJO"

"Vista de El Carmen Bajo de Santiago de Chile al mismo tiempo se ve la cordillera de los Andes". Aguada de Juan del Pozo, probablemente de fines del siglo XVIII, recreando la observación del templo de calle Independencia desde donde está actualmente el inicio de calle Vivaceta, por entonces llamada Las Hornillas. El original está en el Archivo Central Andrés Bello de la Universidad de Chile.
Ya me he referido en este sitio a la larga historia de la avenida Fermín Vivaceta de Santiago, que comenzó su existencia como el Callejón de las Hornillas y el Camino a Colina, en el extremo poniente del territorio de La Chimba.
En los años en que aún se construía el Puente de Cal y Canto sobre el río Mapocho, conectando Santiago con su territorio de chimbero de extramuros en la ribera Norte, una figura temida y respetada comenzó a erigirse como amenaza para la autoridad colonial de entonces, proyectando después su sombra sobre una ciudad que, sin embargo, no tardó en convertirlo en un rufián-héroe, según parece: idealizándolo al estilo Robin Hood, de la misma manera que ha sucedido -en mayor o menor medida- con generaciones posteriores de bandoleros, entre ellos Vicente Benavides, José Miguel Neira o la famosa banda de Los Pincheiras.
Como sucedió con aquellos casos, pues, la memoria del "El Brujo" Liberona experimentaría esa misma extraña mitificación sobre su recuerdo y su obra que, en rigor, no fue más que una épica delincuencial, concentrada principalmente en el período de años de 1780 a 1795, aproximadamente.
De acuerdo a su mito propio, la historia de Pascual Liberona comienza con la formación de los primeros poblados suburbanos de Las Hornillas, actual Vivaceta, camino llamado de aquella forma por la presencia de hornos de fabricación de ladrillos, según parece. Estos territorios del otro lado del río, en donde la gran quinta del Corregidor Luis Manuel de Zañartu era más bien un oasis aislado y ajeno al entorno, tenían fama de bastión impenetrable para la autoridad de aquellos años, sirviendo así de refugio y dominio para algunos de los temidos rufianes que se conocieron en la Colonia y entre los que, sin duda, destacó de manera especial Liberona, como uno de los primeros en asumir la característica del bandolero. Fue conocido como "El Brujo", precisamente por lo escurridizo y por su velocidad para cometer sus fechorías y echarse al vuelo, haciéndose invisible a la mano del castigo.

miércoles, 16 de octubre de 2019

"COSAS DE LA EDUCACIÓN" DE JUAN GUILLERMO PRADO: EL ANECDOTARIO HISTÓRICO QUE FALTABA

"Sala de clases", fotografía de José Muga, c. 1960, que se usó en la portada de "Cosas de la educación" de Juan Guillermo Prado. Fuente imagen: Memoria Chilena.
Hace una semana, en horas de la tarde del pasado miércoles 9 de octubre de 2019, se lanzó el nuevo libro de investigador, periodista y destacado director de área de la Biblioteca del Congreso Nacional, don Juan Guillermo Prado. Se titula "Cosas de la educación. Anecdotario de la enseñanza en Chile desde la Colonia a 1920", publicado bajo sello de Narrativa Punto Aparte, para su colección denominada "Expedientes". Pudimos estar allí, felizmente.
La presentación de la obra, con oradores invitados, cóctel y música folklórica, tuvo lugar en la exsala de sesiones de la Cámara de Diputados del Congreso Nacional de Santiago, lugar que Prado conoce bastante bien desde hará unos 40 años ya. La gran concurrencia llenó el espacio, haciendo una idea de la expectativa e interés que generó el lanzamiento. Entre otros ilustres asistentes, estuvieron en el público el abogado y exdiputado Hugo Zepeda Coll, el profesor y fundador del CEDECH don Pedro Godoy, la investigadora Karen Müller y el artista de dioramas históricos Rodolfo Gutiérrez, más conocido como Zerreitug.
La inspiración para el libro, según revelación del propio autor aquella noche, estuvo en la clásica obra "Cosas de la Colonia" de don José Toribio Medina, soporte de un importante flujo de información pintoresca e interesante pero muy valiosa sobre el período colonial chileno. Prado hace lo propio, ofreciéndonos la misma idea pero sobre temas educacionales, con una avalancha de información para el lector y gran cantidad de datos y observaciones escasamente conocidas, muchas de ellas. Como prologuista del libro, participó Sergio Martínez Baeza, Presidente de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, de la que Prado es también Director.
Muy al estilo del autor, entonces, "Cosas de la educación" repasa una gran cantidad de hechos curiosos y llamativos de la historia de la educación chilena desde sus orígenes, que más allá de corresponder a datos novedosos o de mero interés, cargan con un auténtico valor histórico para completar la huella del desarrollo de la enseñanza en nuestro país, como podrá verificar el lector. Parte, de este modo, por los tiempos de la Conquista y la Colonia, avanza por el período de formación de la Patria, el florecimiento de la República, los años bajo la Constitución de 1833, el agitado período de mediados del siglo XIX, la llegada de los colegios extranjeros y el camino que llevó a la célebre Ley de Instrucción Primaria Obligatoria de 1920.

lunes, 14 de octubre de 2019

EL SENDERO ZORRO VIDAL EN EL CERRO SAN CRISTÓBAL: LA RUTA DEL CAMINANTE QUE QUIERE VIVIR MÁS Y MEJOR

Cumbre del Cerro San Cristóbal, vista hacia el sector de la actual Plaza México, con la Casa de las Arañas y el Casino Cumbre atrás, vistas desde el Santuario de la Virgen en fotografía c. 1930. El camino que se observa a la izquierda, abajo en el encuadre de la fotografía, corresponde al actual Sendero Zorro Vidal. Fuente imagen: sitio "Fotos históricas de Chile" del coleccionista fotográfico patrimonial Alberto Sironvalle.
Coordenadas: 33°25'34.8"S 70°38'15.3"W (inicio) / 33°25'26.4"S 70°37'58.1"W (final)
Desde hace un par de años he regresado regularmente y por razones recreativas al Cerro San Cristóbal, al menos cada vez que estoy en Santiago. Son notables las posibilidades que ofrece este lugar a la distracción y el ejercicio. En general, lo es todo el Parque Metropolitano de Santiago (Parquemet), aunque por momentos pareciera que los turistas extranjeros cotizan mucho más que los propios chilenos esta generosidad.
Las prácticas deportivas deben estar entre las más beneficiosas, por supuesto, todas al aire libre, gratuitas y en uno de los mejores paisajes posibles de encontrar en la capital chilena. Sólo se castiga con pago de entrada el uso de vehículos motorizados, los que se pretende reducir al mínimo en algunos años más.
El Sendero Zorro Vidal, ubicado en la cara poniente del cerro, es el camino más importante para los ascensos de trekking o a trote en el San Cristóbal, a diferencia del principal asfaltado que fue pensado más bien para ruedas, hoy automóviles, motocicletas y bicicletas. Recuerdo mi primera vez intentando subirlo: primerizo y tras un período de gran descuido físico, no llegué ni a la primera de sus cinco vueltas, jadeando penosamente antes de levantar la blanca bandera de la humillación. Ya al final de todo el tiempo de porfía, sin embargo, podía subir a la cumbre sin hacer detenciones, ni siquiera para beber agua. Supongo que lo mismo sucedió a muchos, al menos a los que están en mi rango etario.
Son aquellas buenas posibilidades de autosuperación física a las que me refiero como bondades del cerro, justamente: esas que ofrece a los visitantes con sus cerca de siete caminos de ascenso, de los que el Sendero Zorro Vidal debe ser el más popular y concurrido para los que suben caminando.
El ingreso al sendero se encuentra a unos 600 metros del acceso principal al parque, situado enfrente a calle Pío Nono. Se separa del camino principal Alberto Mackenna pasadas las instalaciones deportivas y perdiendo de vista al funicular, subiendo por la pendiente del cerro hacia el Norte.

lunes, 7 de octubre de 2019

UNA CAPILLA PARA NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA EN LAS ALTURAS DE SANTIAGO

La capilla, ya cerca de ser concluidas las obras de su construcción, en 2011. Fuente imagen base: sitio web de Plataforma Arquitectura (fotografía de N. Quezada y R. Sotomayor).
Coordenadas: 33°32'8.66"S 70°32'41.71"W
Se sabe que la Virgen de Fátima es bastante popular en Chile, como quedó en evidencia con la reciente visita de una efigie oficial de esta advocación mariana al país. Dicha imagen fue enviada por El Vaticano y recibida con gran pompa, a pesar de las críticas que generan en nuestra época estas formas de devoción y la participación de autoridades del Estado en las ceremonias relacionadas con la religión.
Los aficionados a visitar los bosques y senderos de El Panul en la precordillera a la altura de La Florida en Santiago, en tanto, seguramente ubican bien un curioso templo para aquella advocación mariana, que probablemente sea uno de los más modernos y vanguardistas de Santiago, además de estar entre los de mayor altura en la cota urbana de la capital chilena. Corresponde a la Capilla de Nuestra Señora de Fátima, justamente.
La capilla es dependiente de la cercana Parroquia Jesús Maestro, ubicada a la misma altura de la ciudad pero más abajo, en calle Enrique Olivares, misma comuna de La Florida. Y, de acuerdo a la información parroquial, ambos templos debieron ser levantados en aquellas nuevas urbanizaciones por solicitud popular y por acuerdos de los proyectos con las inmobiliarias. Todos estos terrenos, además, han tenido tradicional influencia de la Iglesia, ya que varias propiedades de la precordillera le habían pertenecido.
Se encuentra, más precisamente, en el tramo final de la calle Rojas Magallanes 4295 esquina Las Perdices, entre villas profusamente construidas y pobladas a partir del último cambio de siglo. Antes, el final de esta vía era sólo de potreros y terrenos rurales en los que vivimos algunas malas experiencias con residentes cercanos, durante nuestra infancia como floridanos, y de las que hablé en otro artículo. Hoy, en cambio, se trata de un amplio plano residencial con una gran cantidad de habitantes, por lo que no extraña que muchos de ellos hayan requerido de un espacio para su credo, concedido con este edificio.

martes, 1 de octubre de 2019

FOLKLORE Y TRADICIONES DEL VELORIO DEL ANGELITO

Un auténtico Velorio del Angelito, con la familia Cisternas Valencia de Loncura, Región de Valparaíso, en 1943. Fuente imagen: Sitio web del Museo Campesino en Movimiento (MUCAM).
Hace muy poco, confirmamos que está instalado bajo el panteón de acceso al Cementerio General de Recoleta, en el vestíbulo, un montaje reproduciendo la escena del llamado Velorio o Velatorio del Angelito, forma de despedida de niños pequeños alguna vez popular en los estratos modestos y campesinos de Chile. Se observa en ella la efigie de un bebé sentado en su altar funerario (un muñeco, más bien), vestido de blanco y con decoraciones del mismo color, despidiéndose de su breve paso por la tierra para proceder a entrar con boleto directo y sin escalas al Cielo de los Justos, privilegio que sólo tienen los santos y los infantes muertos prematuramente... Es decir, los angelitos.
Muchos folklorólogos, antropólogos e investigadores costumbristas han tomado notas importantes sobre esta tradición en Chile, como Rodolfo Lenz, Oreste Plath, Fidel Sepúlveda, Manuel Dannenmann, Miguel Jordá, Maximiliano Salinas y, más recientemente, la dupla de Danilo Petrovich y Daniel González. Con su esfuerzo, han ayudado a compensar en buena parte la falta de información que existe sobre esta antigua costumbre, tal vez mirada a menos por estar asociada a las capas marginales y más pobres de las sociedades, con el desprecio de las instituciones muchas veces.
El tema del Velorio del Angelito ha sido, sin embargo, de una enorme atracción para artistas, pintores y folkloristas, todavía en nuestra época. Margot Loyola, por ejemplo, trató también el tema y nunca olvidó haber asistido en Linares, siendo muy niña, a uno de estos eventos fúnebres, como se comenta en el trabajo de Sonia Montecino Aguirre titulado "Mitos de Chile: Enciclopedia de seres, apariciones y encantos". La fallecida era una pequeña llamada Melania Zuñiga, y en la ocasión, Margot se encaramó en un pequeño piso para tocarle el rostro a la niña ángel, muy bien pintado y con los ojos abiertos gracias a palitos de escoba (curagüillas).
Su colega y amiga Violeta Parra, más tarde, puso mucha atención a las tradiciones del angelito en los campos chilenos, escribiendo algún texto al respecto y dejando para la posteridad el famoso tema "Rin del angelito", uno de los más importantes y hermosos registros musicales suyos, de 1966, que dice inspirado en esta clase de velatorios: