"Vendedores en las calles", del "Atlas de la historia física y política de Chile" de Claudio Gay, publicado en París en 1854. De izquierda a derecha: heladero, brevero (vendedor de higos y brevas), velero (vendedor de velas), dulcero (vendedor de golosinas y dulces) y lechero.
Quiero tomarme un respiro con los textos más extensos y publicar algo ligero en esta ocasión. Así, este texto estará dedicado a los clásicos vendedores y personajes del comercio callejero más clásico de Santiago: aquellos con características de pregoneros que existieron durante la Colonia, gran parte de la República y que recién en el siglo pasado comenzaron a desaparecer irremediablemente, aplastados por la realidad de los tiempos siempre cambiantes.
Por algunos períodos de la historia, la única forma de proveerse de algunos productos fue a través de dicha clase de clásicos vendedores al detalle. La concentración de los mismos en algunos puntos específicos de cada ciudad o pueblo fue lo que dio origen a las respectivas ferias o mercados de los mismos, en varias ocasiones. También tenían alguna clase de convivencia conflictiva y nunca bien resuelta con la autoridad: históricamente, por ejemplo, lidiaron con restricciones y prohibiciones, en algunos casos con períodos de persecución y en otros de vista gorda, tolerancia esta última que se debía al hecho de que sus ventas terminaban siendo necesarias para el abastecimiento del pueblo, a fin de cuentas.
Muchos cronistas del siglo XIX dejaron retratos interesantes (textuales y gráficos) sobre aquellos personajes que eran comunes en las calles de Santiago y de todo el Chile en aquellos años: Claudio Gay, Recaredo Santos Tornero y Melton Prior, entre otros. Sus observaciones e ilustraciones han permitido ahorrar imprecisiones a la imaginación y ver con mayor ajuste el aspecto, la estampa, la indumentaria y los caballos o mulas de aquellos símbolos antiguos del país. Dejamos de lado, sin embargo, a otros personajes que estuvieron en la misma relación de la vida urbana y callejera como los serenos, los pregoneros de anuncios públicos o los cataneros de vigilancia policial, pues no tenían una orientación comercial en su quehacer.
Cabe notar que, entre los comerciantes ambulantes de antaño, había un grupo estable y permanente, casi infaltable, cuyos productos muchas veces compartían el mismo canasto o "cuna" de mimbre: los vendedores de huevos duros, pan amasado, de tortillas de rescoldo y pequenes, eran un buen ejemplo de ellos, sobrevivientes todavía hacia los años setenta. Lo más parecido a los mismos en nuestros días, quizá sean los vendedores de sánguches, de desayunos o de bocadillos en estaciones, terminales de buses y lugares al paso de viajeros y trabajadores. Del mismo modo, el antiguo dulcero o vendedor de golosinas confitadas y pequeños pastelitos para niños, puede tener una línea histórica con el rol de las actuales palomitas o vendedoras de dulces típicos chilenos a los viajeros.