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miércoles, 28 de marzo de 2018

PARROQUIA LA ANUNCIACIÓN: EL TEMPLO VIGILANTE DE LA PLAZA PEDRO DE VALDIVIA EN PROVIDENCIA

Coordenadas: 33°26'22.7"S 70°36'23.1"W
Este paticular templo es conocido como la Parroquia La Anunciación, aunque a veces se lo ha señalado con otros nombres, como Parroquia Pedro de Valdivia, Parroquia de los Sagrados Corazones o de la Parroquia de la Anunciación del Señor. Su dirección es avenida Pedro de Valdivia 1850, a espaldas de la tradicional Plaza Pedro de Valdivia en la conjunción con avenida Francisco Bilbao, que -a pesar de parecer estar siempre con trabajos de modificaciones- existe allí desde antes la propia parroquia, de hecho.
Destaca del edificio su torre, en la distancia. Está, para ser más específicos, junto al encuentro de las calles cerradas Enrique del Piano y Benvenuto Cellini, al Sur-oriente de la doble plaza unida por su característica pasarela peatonal sobre la avenida Pedro de Valdivia. Desde hace poco, además, la referencia es a sólo pasos de la flamante Estación Metro Inés de Suárez.
Tanto los terrenos de la iglesia como los de sus dependencias aledañas, la oficina parroquial y la ex Parroquia Universitaria de la misma calle Cellini, más ciertos locales comerciales que existieron antaño allí, fueron donados a la Iglesia el 29 de octubre de 1930, por el Presbítero Samuel Silva de la Fuente, terrateniente procedente de una acaudalada familia que vivió en este barrio.
La donación de marras comprendía 500 metros cuadrados de terreno con la amplia capilla de la propiedad, edificio para los servicios de fe de los trabajadores del campo que era entonces este lado de Santiago y que aún existe en aquella calle sin salida, más otras para arriendo y que servirían para dar sostén financiero a la nueva parroquia.

viernes, 23 de marzo de 2018

EL ANCESTRAL SECRETO DE CERRO NAVIA: LA PEQUEÑA COLINA QUE DA NOMBRE A LA COMUNA

"Cerrito de Navia", en plano europeo de Santiago (1929).
Coordenadas: 33°25'27.1"S 70°43'15.3"W
Con sólo 20 metros de altura y 513 metros sobre el nivel del mar, en el sector de avenida Mapocho de la populosa Cerro Navia, está una pequeña colina de forma casi triangular que da nombre a la misma comuna en que se halla, al poniente del Gran Santiago, en la Región Metropolitana.
Si ya es curioso que muchos de los propios habitantes de Cerro Navia no sepan que el nombre de su comuna proviene de este cerrito, más llama la atención que se le desconozca injustamente el valor ancestral y cultural que tuvo para la historia del Valle del Río Mapocho, y que nada recuerde en su paseo interior que el cerro goza de tal categoría ante la historia de Chile.
Siendo uno de los varios cerros islas de la capital chilena, esta loma se encuentra rodeada por la urbanidad y formando una manzana verde que contornean las calles Mapocho, Lo Amor, Cerro Navia, Lo López y 4 de Septiembre. Destaca en la distancia por la copa de agua que se eleva desde su cima, más alta que cualquier edificación en el entorno, de viviendas modestas y muy pintorescas en algunos casos. A un costado del mismo, está la Escuela Básica Provincia de Arauco y, cerca de allí, la calle Celia Sanhueza, que desemboca justo encima del cerro, tomando parte de su pendiente al final de la vía, dándole con ello un simpático aspecto a su pequeño vecindario.
El nombre actual del cerrito y su parque deriva de la última denominación que recibió en tiempos coloniales: Cerro de Navia. Su superficie es de unas 2,7 hectáreas, aunque en la actualidad está muy intervenido por el urbanismo, con su mencionado paseo de escalinatas, senderos delimitados, rejas de protección y murallones contorneando la variación de niveles por avenida Mapocho, reduciendo su área verde a sólo un 50%, aproximadamente, y la arboleda a un 30%, de vegetación no nativa.

martes, 13 de marzo de 2018

ALFREDO GÓMEZ MOREL Y SU NOVELA "EL RÍO": LA TRAGEDIA DE LA REDENCIÓN BAJO UNA INELUDIBLE MALA ESTRELLA

Alfredo Gómez Morel, en imagen de la reedición de 1997 de "El Río".
Pocas historias humanas logran ser tan desgraciadas y paradójicas como la del escritor y cronista chileno Alfredo Gómez Morel, un hombre que pareció torcer la mano a un oscuro destino, pero que acabó totalmente dominado por los designios del mismo, de forma implacable, como una maldición inconjurada... Un destino que lo engañó a él y a su entorno, haciéndole creerse redimido ante la vida, pero sólo para volver a caer en el pozo más miserable de la desgracia, en no pudo escapar por más tiempo al asedio de la muerte penosa.
Muchos hombres de esfuerzo y exdelincuentes del Barrio Mapocho que abrazaron la redención, fueron de los pelusitas que buscaban para dar acogida, en sus respectivos proyectos, benefactores de esos años como Polidoro Yáñez Andrade y San Alberto Hurtado, allí en el río de la capital chilena. Y fue Gómez Morel quien proporcionó, quizás, la mejor descripción que podría haberse realizado sobre la forma de vida sórdida y a ratos infrahumana en que se desplazaban estos rapaces y mozalbetes, los "cabros de río" en la jerga del hampa santiaguina.
Gómez Morel fue una de las excepciones en todo este círculo maldito de los bajos fondos capitalinos: primero, porque logró salir de una vida delincuencial y siniestra que parecía haber definido ya su trazado existencia, a diferencia de legendarios hampones de la época como el Cabro Eulalio, el Negro Carlos, el Nimbo, el Veneno y el Rucio Bonito, entre muchos otros que murieron en ella. Y segundo, porque consiguió canalizar el tormento de este lapso de vida sombría hasta las páginas de libros y artículos, que fueron verdaderas revelaciones sobre el mundo del hampa en la sociedad de entonces.
Su gradual introducción al submundo delincuencial, además, mantuvo a Gómez Morel intercambiado espacios de vida entre los islotes o los puentes del río Mapocho y las casas correccionales por las que pasaría a temprana edad, conociendo prematuramente el pandillismo y convirtiendo el delito en su profesión hasta ya adulto. Su cambio, su transfiguración, llegaría cuando ya parecía todo perdido o irreversible, por increíbles circunstancias.

jueves, 8 de marzo de 2018

RECUERDOS PERDIDOS DE CALLE 21 DE MAYO: EL CEMENTERIO COLONIAL DE LOS AJUSTICIADOS Y LOS DESPOSEÍDOS Y LA CAPILLA DE LA CARIDAD

Capilla de la Caridad, probablemente hacia en 1900. Fuente imagen: "Catástrofes de Chile: álbum de prensa de antaño", de Carlos Lanza Lazcano.
Coordenadas: 33°26'07.2"S 70°39'00.1"W
Hace un mes, publiqué acá algo sobre el enorme e insalubre Basural de Santo Domingo, que existió a espaldas del convento del mismo nombre en la capital chilena y cuya inmundicia llegó hasta casi una cuadra y media de distancia de la Plaza Real o Plaza de Armas de Santiago de Chile, durante gran parte de la época colonial.
El terreno principal que antaño ocuparon estos desperdicios en la ribera del río Mapocho, fue utilizado después para instalar el Mercado de Abastos y, actualmente, por el Mercado Central. Sin embargo, casi en las puertas de los basurales del gran vertedero colonial, por la actual calle 21 de Mayo, existió alguna vez también un pequeño cementerio para los desposeídos y los ajusticiados, con una capilla religiosa de singulares características. Nada queda de ellos a la vista, en nuestros días; ni siquiera algo que allí las recuerde.
A la sazón, calle 21 de Mayo era llamada peyorativamente como la Calle que va al Basural o, más sencillamente, la Calle del Basural, ya que había en ella parte de la mala fama del infeccioso botadero al que se llegaba con sólo unos pasos por la misma vía. Antes, se le había llamado Calle del Contador Azócar o simplemente Calle de Azócar, por la residencia que tenía en ella hacia 1616, el distinguido vecino Antonio de Azócar.
Posteriormente, en una plazoleta (ubicada en el lugar en donde estaría después el cementerio y la capilla de nuestra atención) y en locales situados en la estrechez de la vía por el lado de los contrafuertes del templo de Santo Domingo, se establecieron las primeras ventas formales de pescado y marisco en la ciudad de Santiago, razón por la que pasó a ser ahora la Calle de la Pescadería, nombre que le dio espontáneamente el pueblo. Hasta entonces, había sido motejada también como la Calle Atravesada de Santo Domingo o la Atravesada de los Domínicos, entre otros efímeros nombres.

martes, 6 de marzo de 2018

ADIÓS AL MAGO PALITO: HA MUERTO LA MAGIA EN LA PLAZA ARMAS

El Mago Palito en su lugar junto a la Plaza de Armas, entrevistado por Leslie Aguirre en 2008. Fuente imagen base: Vellocino.wordpress.com.
Coordenadas: 33°26'17.0"S 70°39'04.3"W (lugar en donde se ubicaba)
Está a la vista que, tristemente, se nos acaban los personajes urbanos del centro de Santiago, uno a uno. En un breve tramo de años, se han marchado -entre otros- el estimado Rambo suplementero, el inolvidable Gloria al Pulento, el extravagante y misterioso Divino Anticristo... Hoy le tocó al veterano Mago Palito, sempiterno y tradicional juglar de Ahumada, Estado y la Plaza de Armas, a los 80 años de existencia.
No transcurrirá mucho para que llegue el día en que todos aquellos queridos sujetos que fueron parte del paisaje céntrico de Santiago, pasarán a ser sólo recuerdos de generaciones envejecidas, cosas de viejos, como si nunca hubiesen existido. Y es que sólo quien los conoció puede notar sus ausencias, por desgracia. En el caso de nuestro mago callejero, su falta hará ahí a un lado de la Plaza de Armas, enfrente del Palacio Arzobispal, el mismo sitio que tantos años atrás ocupaba el escritor Luis Cornejo para vender sus propios libros de contenido social, cristalizándose en otro de los personajes de la ciudad que han dejado vacíos perpetuos tras sus respectivas partidas.
Su nombre real era René Álvarez, pero la gente le llamaba cariñosamente Mago Palito, aunque él prefería lo de Palito Show para definir sus presentaciones, mote que se podía prestar acaso para ciertas confusiones, ya que el humorista Miguel Servando González, el alguna vez célebre comediante tras el personaje del Chinito Wong, también usó ese apodo hasta su muerte, en 2013.
Sus presentaciones comenzaron muy joven, según comentaba él a los curiosos: tras terminar la enseñaza secundaria y empezar con experiencias de vendedor ambulante, pero habiendo quedado encantado con los shows de los circos desde niño y siempre esperanzando en participar de alguna forma en ese mismo colorido y actividad, aferrándose para ello a la magia. Por eso había algo de circense en él; algo de payaso, inclusive.

domingo, 4 de marzo de 2018

"COCTELERÍA CRIOLLA / CHILEAN DRINKS": LA PRIMERA GUÍA DE TRAGOS CHILENOS

Reconozco que pasé años esperando la publicación de un trabajo como éste, dedicado a la coctelería popular y la "no oficial" de las barras chilenas, esfuerzo que sólo al anunciarse anticipaba, desde ya, una gran cantidad de trabajo y de agotadora dedicación a la que pocos investigadores quizás estén dispuestos, más allá de lo anecdótico y lo simpático para uno que otro artículo editorial en revistas, internet o prensa. Daba flojera hasta pensarlo, si hablamos con franqueza.
La demanda y la deuda con este tema, sin embargo, fue complacida hace pocos meses por la voluntad de la joven periodista Camila Sáez Ibáñez, gestora, directora e investigadora del proyecto que condujo a la publicación de "Coctelería Criolla / Chilean Drinks", subtitulado con justicia como "La primera guía de tragos chilenos"... Y más auténticamente chilenos, agregaríamos de nuestra parte, enfatizando el rasgo popular de los mismos. Por esta razón, Dióscoro Rojas, el Gran Guaripola Guachaca, no tuvo pelos en la lengua para definirlo elogiosamente, de la siguiente manera:
Este libro, en un acto de justicia, compendia gran parte de la alquimia coctelera de nuestro pueblo, y saca lustre a estas expresiones, prácticas y sentimientos que nos definen mesa a mesa, y brindis a brindis", el ser chilenos.
Lanzado en Santiago en el famoso "Café Torres" de la Alameda, en diciembre de 2017, la guía cuenta con apoyo financiero del Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes (FONDART), del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, y corresponde a una versión bilingüe, con sello de Montacerdos Editorial. En el proyecto, participaron junto a Camila, en edición, investigación y redacción, su esposo Pablo Durán Vallejos, y en diseño, diagramación y edición digital su amiga y colaboradora María Verónica Boudon Maydl.