
Huidobro, Neruda y Zurita... Quizás unidos por algo más que sólo la
poesía.
El plagio es casi una institución en ciertas esferas del mundo del las
artes: copiar ideas, conceptos, metáforas, estilos y piezas completas,
de forma y de fondo. Una institución a la par que una amenaza, donde
hasta productores de best sellers como Dan Brown y J K Rowling
han debido soportar acusaciones de este tipo.
Es difícil de precisar, con frecuencia: existen plagiadores
profesionales capaces de copiar entera un idea sin repetir una sola
palabra o nota de la original, por lo que sólo el plagio burdo y
descarado suele ser el más evidente e incuestionable. Tampoco es claro
el plagio en su amplitud como falta: muchas veces, se plagian ideas y
contenidos generales que se los adjudican para sí otros, mas no la
forma; y en contraste, en otras ocasiones se señala erróneamente como
plagio a quienes se fundan o inspiran en el trabajo de otros, de manera
legítima para sus propias creaciones.
Por desgracia, América Latina parece ser prolífica también en ejemplos y
acusaciones similares de copia, parasitismo o apropiación creativa; y
Chile, en este caso, tampoco es una excepción: la colección de chismes
nacionales transitan desde las bases musicales del grupo "Los
Prisioneros" en sus inicios, claramente imitando bandas como los
estadounidenses "The Cars", hasta el gran maestro Nicanor Parra
recitando el mal llamado "Poema XXI" sin revelar a su público que era de
Luis Osnofla Alfonso, difundiéndose así el mito de que
corresponde a su autoría. De hecho, se han retirado premios literarios
por acusaciones de plagio, y se han eliminado canciones en importantes
festivales por el mismo cargo.
En la música y la lírica, sin embargo, las acusaciones y revelaciones de
plagios propiamente tales, se estrellan con una resistencia que es
comprensible en el ambiente de pasiones y devociones que generan estos y
otros géneros del arte, que corren a aferrarse a argumentos como la
"inspiración" o la "derivación". Cada cual ve, así lo que quiere ver y
hasta el más evidente caso de plagio desvergonzado puede ser susceptible
de relativizarse, explicarse y parcializarse con argumentaciones
ingeniosas, nacidas únicamente de la angustia y de la negativa a poner
en entredicho el prestigio del cuestionado. Uno de los recursos más
recurridos para esta licuadora de la abstracción es apelar a la
legitimidad de la "intertextualidad" de los creadores, además de exaltar
su condición de precursores-pioneros o bien echar mano a la falacia de
poner como garantía de honestidad y ética la demostrada creatividad
irrefutable del resto de su obra. Incluso sale al baile la cantaleta del
instinto de "transgresión" o el "rupturismo".