
Imágenes: colección digital de L. Rivas
El desarrollo de una estética característica en los burdeles
santiaguinos y porteños de los siglos XIX y XX, se debe, en gran medida,
a la influencia internacional que se ha conocido de ellos, especialmente
de Francia, y cuyas características fueran adoptadas acá entre la
sociedad chilena por importación.
Sin embargo, existe otra gran cantidad de elementos que también
tienen una raigambre más localista, tanto por el carácter doméstico
que tenían muchos de estos prostíbulos, como también por la fuerte
vinculación que tuvieron alguna vez con las
fondas y chinganas de los barrios marginales de la capital chilena,
adoptando características fuertemente costumbristas y folclóricas a
las que, por escrúpulos intelectuales, la mayoría de los
historiadores e investigadores "serios" insiste en dar la espalda.
Hemos revisado la historia de varios burdeles famosos de la capital
chilena, en posteos anteriores y en otros que publicaremos a futuro.
Buena parte de la escasa información disponible, sin embargo, proviene
de la tradición oral, de los recuerdos de viejos. Incluso los libros que
tratan de cuando en cuando el tema, lo hacen basándose en testimonios y
recuerdos de quienes conocieron estos centros de recreación sexual, o
bien en los escritores que describieron a la pasada estos núcleos de
entretención para sus novelas, como Augusto D'Halmar en "Juana Lucero" o
Joaquín Edwards Bello en "El Roto".
Lo anterior nos ha permitido reconocer e identificar algunos de los
objetos, personajes y unidades características de tales burdeles, ya
perdidos en el tiempo, y de los que sobreviven hasta hoy algunos
conceptos, aunque un tanto trastocados o corrompidos, según veremos.