
Fotografía de la portada del libro "Historia Urbana del Reino de Chile", del destacado investigador histórico Gabriel Guardra O.S.B.
Este mes se cumplen 20 años desde la visita del Papa Juan Pablo II a Chile. Más allá de la identificación que uno tenga con la Iglesia, no puede negarse que, en el contexto histórico correspondiente, fue todo un acontecimiento en un país tan profundamente influido por el catolicismo, pero especialmente Santiago, la ciudad del Apóstol Santiago en las Indias, el Santiago del Nuevo Extremo en su denominación original.
Varias urbes del mundo, con Roma a la cabeza, han recibido el apodo de la Ciudad de Dios, término creado por San Agustín con su concepto de la Civitate Dei, aunque bien puede que nos haya llegado por influencia del mundo árabe sobre el hispano, pues en el Islam era conocido desde antaño el nombre. Por estas latitudes, Sao Paulo, Lima y Buenos Aires han pretendido dicho apodo por recomendación de distintos cronistas o escritores.
Y, curiosamente, nuestro Santiago del Nuevo Extremo alguna vez lo recibió también, según lo confirman estudiosos de las crónicas y documentaciones antiguas. Quizás no sea una las ciudades americanas con más cantidad de iglesias levantándose sobre su urbanidad, sin duda, pero por alguna razón la presencia de los edificios religiosos fue especialmente advertida en algún momento de su historia.