
"La Piojera" en los años 60. Imagen de revista "En
Viaje".
Coordenadas: 33°26'1.25"S 70°39'7.71"W
No sé si coincide mi apreciación actual
de "La Piojera" con las descripciones idealizadas y nostálgicas que ciertos
autores asumen, como Maximiliano A. Salinas Campos en su "¡Vamos remoliendo, mi
alma!"... Pero es innegable para mí que el boliche que conocí hace tantos años
ya, cuando no había que llegar a codazos hasta su antigua caja registradora (una
hermosa National digna de tasar en "El Precio de la Historia" del
History Channel) y donde los mozos podían conversar largo rato con uno en la
barra de irregular y apozada superficie, ha cambiado mucho desde entonces.
Ubicada en la calle Aillavilú 103o
frente a Gabriel de Avilés y llegando a la Estación Metro Puente Cal y Canto, el
crecimiento ya no tanto de su popularidad como característica sino más bien su
fama transversal como secular y tradicional chichería-restaurante del
Barrio Mapocho, le ha significado sacrificar un poco su esencia de "picada"
añeja y salvaje, aunque las generaciones más jóvenes que ahora repletan
sus salas quizás difícilmente sepan distinguir la diferencia. La irrupción de su imagen
como atractivo turístico y la moda de
"lo guachaca" han abonado a esta transformación, para bien o para mal
dependiendo de cada opinión.
Mencionada por escritores como Waldo
Vila Suárez, Javier Mujías, Juan Rubén Valenzuela, André Jouffé Louis, Mónica
Echeverría Yáñez y especialmente Ramón Díaz Etérovic en sus
sagas del Detective Heredia, "La Piojera" es, sin grietas para la
duda, uno de los más internacionales y sólidos símbolos de la actual diversión urbana
santiaguina.

Imagen de calle Aillavilú en los sesenta, de
revista "En Viaje", cuando las micros pasaban por allí hacia Bandera. Nótese la
carreta detenida justo en donde está "La Piojera", con el Mercado Central de
fondo.
ORÍGENES DE "LA PIOJERA"
La historia de "La Piojera" está
indivisiblemente asociada a la calle Aillavilú, antes llamada Calle de
Zañartu por haber tenido allí, frente a la chichería, su
casa de vigilancia de las obras del Puente de Cal y Canto el temido Corregidor
Luis Manuel de Zañartu, en el siglo XVIII. En "Santiago calles viejas”, Sady
Zañartu informa que esta corta callejuela hacía "esquina con el rancherío
riberano, antes de llegar a San Pablo". Y en su
"Novelario del 900", Lautaro García hace una descripción de cómo lucía la cuadra
de calle Puente con Aillavilú vista desde el lado del Mercado Central a exactos
principios del siglo XX, con los últimos restos del Puente de Cal y Canto a la
vista:
"Pasada la calle de San Pablo, frente al Mercado Central, se alzaba solitario, con aspecto de ruina romana, un alto y grueso muro de cal y ladrillo, de unos cincuenta metros de largo. Nacía bajo, casi a ras de suelo, junto a una calleja oblicua, e iba a rematar su reciedumbre de unos diez metros de altura muy cerca de las márgenes del Mapocho. La calleja se llamaba Zañartu. ¿Fue acaso en homenaje al famoso Corregidor?, y estaba compuesta por sucios bodegones en cuyas murallas se leía: ¡¡¡Llegó la rica chicha de Quilicura!!!... ¡¡¡Aquí se vende la auténtica rubia de Curacaví!!!".
Quizás sea al mismo local que ocupará
después "La Piojera" que se refiere García, por cierto, en este callejón antes
dominado por los bares, la prostitución y las cantinas herederas de las más
viejas casas de jolgorio y algarabía plebeya. Se sabe que fue fundado unos años
después y allí mismo por el inmigrante italiano Carlos Benedetti Pini (aparece como Benedictti Pini, en ciertas fuentes), quien se
quedó en Chile y se vino a Santiago tras un naufragio del vapor en que viajaba
por tierras magallánicas. Hasta entonces, el establecimiento de la Calle de
Zañartu era llamado "El Parrón" o "La Viña", pero el italiano lo rebautizó
"Santiago Antiguo", no obstante que flotan ciertas versiones indicando que se le
llamaba también "Club Democrático" y "Bar Santiago", entre otras propuestas.
En "El Santiago que se fue", dice
Oreste Plath tras entrevistar a su actual dueño que el local de esta cantina
se podría remontar a los tiempos de la Guerra del Pacífico, según cuenta, y que
el restaurante actual nace hacia 1916, cuando lo compró Benedetti a su dueña,
quien escogió personalmente al que iba a ser propietario del célebre sitio. La
misma fuente indica que el boliche tenía ya unos 60 años de exitosa vida al
momento de ser comprado en el año señalado, aunque versiones nuevas reproducidas
en la página web del propio bar, sostienen que empezó a funcionar como cantina en
1896.
Aunque es común que en Chile se apode como "piojera" a cualquier lugar sucio, desastroso o picante, el
origen del extraño nombre del negocio tiene al menos dos teorías. Una de ellas
supone la presencia real de estas alimañas en el pasado del local, como explica
Plath:
"Es llamada así porque en esta chichería picaban piojos grandes y chicos".
La segunda y más conocida propuesta,
tomada como la oficial por los actuales dueños, se refiere a un berrinche hecho
por el explosivo Presidente Arturo Alessandri Palma cuando lo llevaron hasta
allá, al "Santiago Antiguo", en 1922 tras una ceremonia de la Escuela de
Detectives. Se cuenta que apenas entró y miró el rústico establecimiento, rugió
iracundo ante de todos los presentes:
- ¡¡Y a esta piojera me trajeron!!
Desde entonces, según esta leyenda, el
bar jamás pudo librarse de semejante motete, asumiéndolo como su nombre oficial
muy al pesar de Benedetti, a quien no le agradaba al punto de intentar cambiarlo
en al menos una ocasión, según comentaban los mozos hace unos años.

"La Piojera" en imagen de revista "En Viaje" de
1963.

En imagen de 1997, publicada por el diario "La
Tercera".

Interior del local en 1997, también en "La
Tercera".
EL CLÁSICO BOLICHE
A la sazón, en días tan auténticamente
bohemios del barrio, calle Aillavilú lucía muy distinta a como es ahora, pues
tenía una curvatura o quebradura en su forma que seguía una línea angular en la
misma desviación que aún se le observa a la fachada de "La Piojera", pero que
las remodelaciones urbanas dejaron como un callejón recto en nuestros días,
disimulando esta anomalía. En donde ahora existe una construcción vecina al
poniente del bar, se formaba la esquina o ángulo interior de Aillavilú con el resto del callejón, en una línea quebrada hacia la dirección de
calle Bandera, tramo que también era zona de asentamiento para comerciantes
callejeros y oscuras posadas clandestinas, que funcionaban como virtuales
mancebías o casas de concertación de citas en ciertos casos, según relatan los
viejos. Es por esto que el frontis del local se observa con ese ángulo extraño en
relación a la actual calzada.

Los vinos y las chichas de San Javier se
lucían con destacados en la oferta de antaño. Además, antes del boom del
"terremoto" y sus variedades, en "La Piojera" eran muy solicitados los
pipeños blancos, borgoñas,
colas de mono y los ponches de culén, antigua ambrosía de campo que tuvo
popularidad en las "picadas" del barrio de los mercados santiaguinos hasta hace
no demasiado tiempo. Vinos y chichas se vendían al por mayor allí a fines de los veinte, al igual que el vinagre rosado.
Por muchos de sus primeros años y
décadas, sin embargo, ni "La Piojera" ni varios otros locales de Aillavilú
tenían cocinería propia, por lo que el callejón solía estar lleno de comerciantes de
comistrajos como
"pequenes", una delicia que fuera especialmente popular en Mapocho, además
de tortillas y otros bocadillos. Uno de estos vendedores, don Eulogio Horta,
más conocido como don Mario, ofreció pan amasado y huevos duros en las
puertas de “La Piojera” por 30 años o más, llegando a ser muy querido y conocido
en el vecindario.
Por la ausencia de un menú, entonces,
era costumbre entre los visitantes antiguos el desconchar y comer grandes
cantidades de mariscos retorciéndose al limón sobre sus valvas y frescura, que
se compraban
en el vecino Mercado Central. Solían llevarlos para degustar en sus mesas las
sabrosuras marinas, acompañados de algún diablillo al vaso. Plath recuerda de
estas escenas:
"En la calle no faltaban los muchachos que pregonaban limones que se consumían en gran cantidad para los mariscos".
Si bien fue inevitable que terminara
introduciéndose al local la comida criolla y típica para la carta de los
hambrientos, ya entonces "La Piojera" tenía una característica estética que la
acompaña todo el año y más allá de las fiestas dieciocheras: banderas y
escarapelas patriotas entre pipas y barriles, al estilo de
ramadas o chinganas del viejo y auténtico Chile.

Entrada del boliche en 2009.

Entrando por el pasillo y el patio emparrado.

Músicos de ranchera amenizando al interior.
CLIENTES CONNOTADOS
"La Piojera" ha sido visitada a lo largo
de su historia por importantes autoridades e incluso Jefes de Estado. Se cuenta
allí pues que, además del ingrato Alessandri Palma, pusieron pies en sus
pastelones y baldosas los Presidentes Juan Antonio Ríos, Eduardo Frei Montalva,
Salvador Allende Gossens y Eduardo Frei Ruiz-Tagle. También ha "recibido" redadas policiales contra las apuestas, incluyendo un allanamiento al barrio del sábado 23 de marzo de 1935, que confirmó la presencia en "La Piojera" de juegos de cartillas y gran cantidad de dinero de apuestas, principalmente de obreros y trabajadores del sector.
Tampoco faltaron las estrellas de las artes doctas en sus salas: aparecía por allí el
bienquisto cantante de ópera
Ramón Vinay quien, en una ocasión de entusiasmo con el ambiente de público (y probablemente
con alguna otra cosilla adentro alentándolo) cantó solemnemente ante los presentes, encaramado
sobre una de las pipas que abundaban adentro.
Plath declara haber visto también al
pintor Arturo Pacheco Altamirano y al Premio Nacional de Literatura Francisco
Coloane. De hecho, parece ser que Coloane fue otro visitante corriente del
Barrio Chino de Mapocho y sus alrededores, pues conoció al periodista José
Boch en uno de los bares de calle Bandera, el mismo que le convenció de escribir
-en sólo un par de horas- un cuento titulado "Lobo de un pelo", que sería
revisado y luego publicado en el diario "El Mercurio", dando origen a la exitosa
serie de relatos del célebre "Cabo de Hornos", editados como libro único en
1941.
Hay, también, tradiciones
institucionales que han quedado instaladas en la relación de "La Piojera" con
sus clientes, como la que conserva con la Marina hasta nuestros días y que se
vio interrumpida por algunos años a causa de los contextos ya superados. Esto
comenzó cuando se presentó a la ciudad el
Monumento a Arturo Prat y los Héroes de la Esmeralda en 1962, allí cerca
junto al mercado, y las autoridades presentes comenzaron a buscar de inmediato
algún sitio del entorno para ir festejar la inauguración. Cuenta la leyenda que siguieron la dirección del propio dedo de la estatua del Capitán
Arturo Prat (que apunta en dirección al mar) y así llegaron a "La Piojera",
convirtiéndola desde entonces en el sitio donde remataba la conmemoración de
cada 21 de Mayo en Santiago, con presencia de altos jefes de la institución en
la capital.
Otros que han acudido a sus comedores en
reuniones de camaradería o de celebración, son clubes como la Hermandad de los
Patos, sociedades de trabajadores de los mercados, conjuntos musicales y
agrupaciones deportivas, algunos testimoniados por fotografías que ya son parte
de la decoración entre los carteles colorinches de precios y los desteñidos
cuadros al óleo atrás de la barra.
Díaz Eterovic agrega a estas historias
(en la "Guía de patrimonio y cultura del Barrio de la Chimba" de Editorial Ciudad
Viva) que, en los años ochenta todavía quedaba una fuerte presencia literaria en
la vida interior de "La Piojera", con improvisadas lecturas de poemas que
realizaron los escritores Rolando Cárdenas, Álvaro Ruiz y Aristóteles España; y
que Diego Muñoz Valenzuela, autor de "Todo el amor en tus ojos", solía pasar al
local luego de haber realizado algunas compras en el Mercado Central o en La
Vega.
Frente de "La Piojera", probablemente
por donde está ahora un cabaret, existió un "Café Santiago", que aparece en las
escenas del filme chileno "Largo viaje", de 1967, y posteriormente el
desaparecido restaurante "Chicha y Chancho". Por largo tiempo, muchos músicos de
tonadas, rancheras y folklore, al igual que fotógrafos de cámara instantánea,
intercambiaban sesiones entre los clientes de "La Piojera" y los de otros
locales de Aillavilú como los mencionados, juntando monedas y vaciando
potrillos de vino.
Uno de aquellos
músicos populares, el cantante callejero René Huesillo, paseaba desde
los años setenta por restaurantes de Aillavilú entregando sus canciones y
guitarreos de boleros, valses y tristes tonadas a cambio de algunas propinas y
aplausos. Don René a
veces se sentía pagado con sólo una cañita; o varias, demasiadas… Su voz se
apagó al soplo de la muerte, por el año 2003, justo en los días en que había sido entrevistado por un
medio de televisión que lo presentó como uno de los personajes más importantes
del Barrio Mapocho.
No sólo los visitantes ilustres dejan
huellas en "La Piojera", sino también varios de sus mozos, algunos verdaderos
símbolos del gremio como es el caso de Fermín Antimán, Walter Bernales o René
Parraguez.

Jarrones de alegría en el mesón, con el antiguo
refrigerador atrás.

Vista de sus salas y mesas.

Los célebres "terremotos" de "La Piojera".
"LA PIOJERA" FOR EVER...
Si bien el nombre de "La Piojera" se
remontaría a los tiempos de Alessandri Palma y su primer gobierno, según la
leyenda ya revisada, sucede que este título aparece formalmente en la fachada en tiempos más
bien recientes, diría incluso que posteriores a la fecha que se señala en la
reseña del sitio web oficial, correspondiente a 1981, pues tengo a mano
fotografías posteriores donde aún no se observa tal letrero.
Sí es interesante que los ochenta
parecen haber sido
una muy buena época para "La Piojera" hasta el cierre de la Estación Mapocho, cuando
la clientela decayó abruptamente y se volvió un lugar más íntimo como "picada",
pues los pasajeros del ferrocarril constituían buena parte de su público. A
pesar de los cambios ambientales, si embargo, "La Piojera" logró sobrevivir, y
ha resistido tanto al tiempo como a las amenazas inmobiliarias o proyectos de
"progreso", que también han acosado por el vecindario riberano a la Estación
Mapocho, al
ex Hotel Bristol, al Mercado de La Vega e incluso la Población Manuel Montt
de Independencia, alguna vez amenazada por el trazado original de la Costanera
Norte hacia Vivaceta.
El actual dueño
-desde mediados de los
noventa- y nieto del fundador, don Hubert Bernatz Benedetti, tiene bastante claro
el peso de historia y folklore que entrega en cada plato, vaso y boleta de
tan clásico lugar, en especial después del año 2003, cuando hubo un intento de cerrar el local y
demolerlo para la construcción de un centro comercial, proyecto que fue
duramente resistido por los dueños y por el público, y que acabó dándole más
publicidad a "La Piojera" cuando el llamado Movimiento
Guachaca, parodiando las declaraciones de Monumentos Históricos Nacionales,
tituló al sitio como Monumento de los Sentimientos de la Nación, además
de tenerlo convertido en uno de sus principales cuarteles de operaciones en la
ciudad.

La mayor demanda de "La Piojera" es sin
duda, el
trago nacional a base de pipeño "terremoto", en versiones donde además de
helado de piña, se lo acompaña con fernet o con granadina según el gusto del
cliente. En los últimos años se ha incorporado a la carta la verdosa versión con
menta o "maremoto", la "absenta de los pobres" como le apodan algunos.
Sin embargo, esta fama tiene un ribete controversial: actualmente, "La Piojera"
mantiene una disputa por la creación original y el registro del
"terremoto" con el no menos famoso bar de
"El Hoyo" de Estación Central, al que se ha adjudicado tradicionalmente el
nacimiento y bautizo del trago luego de una anécdota con periodistas extranjeros
que reporteaban las consecuencias del
terremoto de 1985. De hecho, la disputa enfrentó a la oficina Carey
representando a Benedetti, con la Alessandri por los dueños de "El Hoyo",
por los derechos de propiedad intelectual.
En tanto, los rasgos de chanchería,
abundante en comidas como pernil, prietas y longanizas, aún se conservan dentro
de su cocina esencialmente criolla, siempre acompañada de bocados como
huevos duros y
empanadas de horno tentando el apetito de los presentes sobre el vetusto
y chorreado mesón principal. Los perniles con papas y los
bifes a lo pobre están entre los más solicitados por los turistas
internacionales que llegan allá. Y los universitarios, que ya son uno de los
grupos más importantes de la clientela que continúa rayando con mensajes de
saludo y recuerdos sus muros, siguen prefiriendo los "terremotos" y las
cervezas.
Generalmente, comienzan a levantarse las
sillas de "La Piojera" cerca de la medianoche. Y si bien es cierto que su
carácter de "picada" se ha ido perdiendo por los precios y por el estilo
dominante de público actual, no es raro que la fiesta pueda llegar a durar hasta
bien pasadas las 2 AM, por lo que el boliche sigue teniendo -a pesar de todo-
mucho de aquella originaria inspiración bohemia popular que fue tan propia
del territorio riberano mapochino.

El retablo con decoración folklórica, sobre el
salón principal.

Detrás del mesón de la barra.

Para prevenir borracheras y también para bajones
de hambre
Tengo ganas de repetir la visita a La Piojera. Ojalá en momentos en que no esté tan llena de gente.
ResponderBorrarestimado....tienes mas antecedentes, ojala gráficos, del muro y otros restos que que quedaba del puente de cal y canto?,
ResponderBorrarbuen blog..gracias
Hola estimado. Se supone que esta imagen corresponde a uno de los restos del puente (el murallón): https://www.flickr.com/photos/28047774@N04/4352697324
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