
Plaza Gacitúa y sus juegos, cuando aún estaba abierto el cité. Imagen publicada en "Las Plazas de Santiago" de Jaime Matas Colom, Andrés Necochea Vergara y Pilar Balbontín Vicuña, de 1983.
Coordenadas: 33°27'42.93"S 70°38'15.93"W
La pintoresca Plaza Gacitúa está entre la calle Manuel Antonio Tocornal y la avenida Carmen, con salidas-entradas hacia ambas arterias, dentro de la cuadra formada por las calles Victoria y Rosaura Acuña. Tiene características que quizás la hacen única, pues es también un cité sin calles ni pasajes interiores, ocupando su área verde y de senderos unos 115 metros de largo por 32 de ancho, aproximadamente.
Sin embargo, la plaza no siempre fue tal: nació a partir de modificaciones radicales en el desaparecido Conjunto Residencial Adela Pérez, construido allí en la cuadra en 1925 y cerca de donde antes habría estado la Población del Carmen. El conjunto de casas tipo cités y pareadas ocupaba casi toda la manzana, con pasaje paralelo a Rosauro Acuña y Victoria.
Originalmente, sin embargo, se componía de dos pasajes que dividían en tres la misma cuadra, por su línea de eje oriente-poniente. No había plaza ni plazoletas, en esos días.
Los planos de ese viejo conjunto habitacional original, fueron hechos por un arquitecto que es mencionado sólo como M. O. Bravo en el libro "Las plazas de Santiago", de Jaime Matas, Andrés Necochea Vergara y Pilar Balbontín Vicuña, de 1983. No me ha sido fácil encontrar iniciales con ese apellido coincidiendo con los de aquellos arquitectos que en esos años trabajaron para proyectos de vivienda social como la que se observa, pero creo que puede tratarse de don Moisés Bravo Toro, quien ya entonces -y durante largo tiempo más- destacaba por la ejecución de varios trabajos con orientación de residenciales de este tipo.

Plaza Gacitúa en 1997. La casa de atrás era un bazar y local de abarrotes.

Las fachadas del cité en 1997, por el costado Norte de la plaza.
Sin embargo, los vecinos del barrio recuerdan que hubo al menos un gran incendio en el antiguo conjunto, el que inutilizó varias casas del sector central de la villa, entre los dos pasajes de la cuadra, decidiéndose por este motivo su posterior demolición hacia mediados de los años cincuenta.
Como no se volverían a construir viviendas allí al medio de ambos pasajes, las autoridades municipales decidieron crear en el espacio baldío que quedó tras la demolición, una nueva área verde para la ciudad que bautizaron Plaza General Alejandro Gacitúa. Según la información que manejo, el nombre fue puesto recordando al veterano de la Guerra del Pacífico don Alejandro Gacitúa Muñoz, aunque existen quienes creen que el nombre ya existía desde antes en los pasajes desaparecidos del cité, cosa que no he podido confirmar.
Aunque la memoria histórica ha sido poco generosa con su recuerdo, el Teniente Gacitúa fue considerado todo un héroe en su época, condecorado varias veces y retirado por heridas en combate. Casado con doña Sara Briceño, había estado en el Batallón 2° de Línea bajo órdenes del mismísimo Teniente Coronel Eleuterio Ramírez y fue toda una figura entre los veteranos del '79, por quienes llevó adelante importantes iniciativas en favor de su reconocimiento y conmemoración. Se le ascendió a General de Brigada en septiembre de 1924, ya en retiro y cuando el Congreso lo había declarado Benemérito de la Patria.
Su conexión con el barrio y motivación para colocarle su nombre, parece provenir del hecho de que Gacitúa fue, además de residente destacado, Presidente de la Junta de Vecinos de Adelanto Local de la Séptima Comuna Maestranza, que coincide actualmente con estos vecindarios de Avenida Matta y sus barriadas hacia el Sur, entre Vicuña Mackenna y Santa Rosa.



Por la situación urbanística descrita, el hermoso conjunto de Plaza Gacitúa debe ser el cité más ancho de todo Chile, a diferencia de los más bien estrechos pasillos de casas contiguas que estamos acostumbrados a observar en el resto de los ejemplos que aún existen de esta clase de soluciones residenciales. Sus casas pareadas tienen cierto aire estilístico que podríamos interpretar como modernismo simplificado y aún atado a diseños clásicos, y desde la apertura del sector interior con la creación de la plaza se tiene una vista general de las mismas que es imposible en el resto de los cités santiaguinos. Todavía se conservan, además, las viejas cajas con tapas metálicas para el regado y mantención de la plaza.

El liceo fue a parar allí a causa de los estragos provocados por el terremoto de 1985 en su casa histórica de calle San Diego; situación que, dicho sea de paso, se repitió 25 años después con el terremoto del año 2010.
En aquellos años, a fines de los ochentas, la Plaza Gacitúa era lugar de destartalados juegos de niños y reunión de escolares. Como en esos días no tenía las rejas que lo cierran, también era una vía expedita de escape de la fuerza pública durante las protestas del alumnado del Barros Borgoño, exigiendo nuestro regreso a la casa central de San Diego ante las denuncias de que el viejo edificio quería ser vendido y no reparado. Además, cualquier visita de las muchachas del Liceo 7 de Santiago (el Teresa Prats, no confundir con el otro del mismo número en Providencia) a nuestro fuerte en esas jornadas de años agitados por la contingencia histórica, acababa con grupos de jóvenes sentados en las bancas de la plaza o tirados sobre el pasto, divagando entre miradas coquetas e ilusiones idealizadas sobre lo que se sentiría vivir en un país en democracia.



Hacia esa misma época o un poco después, además, aparecerá un restaurante llamado "Baby", hacia el centro de la hilera de casas del costado Sur de la plaza, más precisamente en Gacitúa 478. Aún existe este buen bolichito de don Luis Ferrer y su familia, conocido por la venta de económicos platillos "de casa" y colaciones. También es célebre desde hace tiempo allí la carnicería de barrio "San Miguel", de don Miguel Riveros, justo en la salida del pasaje hacia calle Carmen, por este mismo costado. Al otro lado, cruzando la plaza, en el 481 de Gacitúa se pueden conocer los reputados chocolates de doña Mariana del Carmen Villalobos. Había también un bazar y abarrotería, allí cerca dentro del conjunto.
Sin embargo, ya pasada nuestra época en este sector del barrio y regresados a la casa de ladrillos del Barros Borgoño, el mal comportamiento de algunos individuos extraños al barrio ocupando la plaza como su lugar de vicios y hasta fechorías, obligó a los vecinos a tomar medidas de autoprotección y a cercar el lugar con firmes rejas metálicas, durante la siguiente década, las que se cierran sagradamente a las 22:00 horas de cada noche, para ser abiertas otra vez sólo en la mañana. Fue el penoso costo colateral de los cambios culturales de esta sociedad, ya en aquella misma democracia que añorábamos y soñábamos vestidos de uniforme escolar y tirados sobre esos céspedes húmedos.

Es de esperar que este valor histórico y patrimonial de la Plaza General Gacitúa siga siendo reconocido y especialmente entre los habitantes de nuestra urbe, para evitar que en el futuro (o tal vez no tan futuro) algún monstruoso proyecto inmobiliario llegue allí a clavar su bandera de reclamo de soberanía, aplastando tradiciones, costumbres y largas formas de vida que aún se conservan en la ciudad, a pesar de todo.



Comentario simple, por el momento hago una salvedad, la calle es ROSAURO ACUÑA y no Rosaura Acuña
ResponderBorrarTiene razón. Muchas gracias. Corregido.
BorrarSi, efectivamente se trata de Moises Bravo Toro, mi abuelo. Fue arquitecto de la Universidad Catolica de Chile y su biblioteca personal fue donada a dicha universidad.
ResponderBorrarMuchas gracias por la confirmación. Efectivamente, ya encontré la referencia en el Diccionario Biográfico de Chile, pero me complica un poco ir "remodelando" artículos después de que ya los publiqué. Por eso dejaré la confirmación acá, a la vista, de que es don Moisés Bravo. Saludos!
BorrarQue emocion es ver la plaza con el nombre de mi abuelito
ResponderBorrarQue emocion ver la plaza con el nombre de mi abuelito Alejandro Garcitua
ResponderBorrarQué Bonitos recuerdos. Mi abuela vivió durante un tiempo ahí. Recuerdo también la pareja de abuelitos en la esquina donde comprábamos hilos de coser, también tenían una cajita de metal con manjar seco para los niños que acudían, y por su puesto la carnicería en el otro lado, en aquel tiempo había unas fuentes para beber agua con una especie de plato de metal pintadas, también un almacén al que llamábamos "el almacén de las tías".
ResponderBorrarMuchas gracias por el trabajo.