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lunes, 12 de marzo de 2012

LA CASA-ALTILLO DESDE DONDE EL CORREGIDOR ZAÑARTU VIGILÓ LA CONSTRUCCIÓN DEL CAL Y CANTO

Casa del Corregidor Zañartu. Todavía estaba en pie en la década del veinte.
Coordenadas: 33°25'59.97"S 70°39'7.92"W
Por cerca de un siglo y medio, existía en la calle del Puente, allí de frente a la ribera del Mapocho, una sencilla pero hermosa casona colonial desde cuyo altillo, supuestamente, el famoso Corregidor Manuel Luis de Zañartu vigiló pacientemente la construcción del Puente de Cal y Canto, su magna obra ante la historia, precisamente por allí donde hoy se encuentra el Puente La Paz. Esta histórica construcción, simple y modesta, no sobrevivió a la modernidad, pese a haber sido una reliquia y un testimonio histórico de uno de los episodios más importantes de nuestra ciudad de Santiago.
Por razones varias, que van entre su fuerte carácter personal y su acento en las obras públicas, Zañartu fue el corregidor más famoso de los que tuvo Santiago de Chile, ciudad a la que llegó desde España hacia el año 1730, dedicándose inicialmente al comercio. Cascarrabias, de carácter agresivo, moralista y enemigo acérrimo de la delincuencia y la criminalidad, tuvo cierta atracción desde temprano por los terrenos de La Chimba, pese al abismo social que lo separaba de esos vecindarios.
Además de su casa en la Plazoleta de la Merced, adquirió una quinta en la llamada Cañadilla, hoy avenida Independencia, ocupada por barrios muy populares y bravos. Con esto, y como comentara Justo Abel Rosales, Zañartu fue "el más rico propietario al norte del Mapocho". Así, su vida tenía vinculación con los barrios que crecieron en las riberas del río al momento de asumir el cargo de Corregidor y Justicia Mayor de Santiago, en 1762.
Fue su iniciativa levantar el Monasterio del Carmen de San Rafael, precisamente en la Cañadilla, hacia 1770. Tras fallecer su esposa María de Carmen Errázuriz y enclaustrar a sus hijas Teresa de Jesús y María Dolores en el convento, Zañartu se quedó viviendo solo, lo que parece haberlo vuelto todavía más huraño y adusto, haciéndose casi un ermitaño insoportable. También había hipotecado toda su fortuna en la creación y mantenimiento del monasterio, incluyendo su quinta ubicada casi desde el borde del río hacia el Norte, hasta calle Cruz, en todo el terreno que, años después, pasaría a ser la llamada Población el Arenal y Ovalle.
El Corregidor, según dibujo de J. M. Blanco publicado por Abel Rosales.
Zañartu supervisando los trabajos, según otro dibujo de Blanco.
En tanto, la constante destrucción de los puentes del Mapocho por las crecidas del río estaba fastidiando a las autoridades de la época casi desde los tiempos de la Conquista, obligando a reponer varias veces a los tajamares que protegían parcialmente a la ciudad de estas riadas.
A la sazón, ya no se veía otra salida a la necesidad de asegurar la conexión entre ambas riberas, que la construcción de un paso sólido que permitiera no sólo mantener la comunicación constante entre los dos lados de la ciudad cortada por el caudal. Desde unos pocos años antes, el cruce estaba confiado al precario, estrecho y a veces frágil Puente de Palo de la Recoleta, hecho a solicitud de los religiosos de La Chimba y mantenido principalmente por los propios vecinos, que sólo era un paso peatonal.
Fue así como nació el proyecto del Puente Cal y Canto, al que dedicaremos algún futuro posteo por la relevancia y el valor que tuvieron en la ciudad. Zañartu quedó encargado de proyectar y concretar la construcción de estas estructuras, cuyos preparativos comenzaron en 1764, aún cuando los planos diseñados por don José Antonio Birt no fueron presentados por el Corregidor ante el Cabildo sino hasta tres años después, solicitando los materiales y recursos correspondientes. El entusiasmo del Corregidor por este plan fue razón de algunas suspicacias, pues muchos le acusaron de tener interés en conectar sólo sus terrenos chimberos con el resto de la ciudad.
Según consta en documentos del Cabildo fechados en octubre de 1767, las faenas pertinentes se iniciaron con 80 reos acollarados de a dos por los pies, obligados a trabajar canteando rocas para la venidera construcción del puente, en el Cerro de Monserrat, hoy Cerro Blanco. El historiador cantero Rolando Abarca, sin embargo, considera como experto en temas de cantería que es imposible que la construcción del puente no haya contado ya, desde estas faenas en adelante, con maestros canteros contratados para la obra, ya que es imposible que un trabajo de ese tipo haya sido hecho sólo por prisioneros "profesionalizados" en el complejo trabajo de la piedra sólo a látigo y garrote.
Aunque estas labores de canteado estaban a cargo de don Tomás de la Roca, el Corregidor Zañartu se presentaba personalmente en cada jornada allá en el cerro, para vigilar casi obsesivamente todo el avance. Comenzó a demostrar así, entonces el compromiso que tenía directamente con el desarrollo de esta monumental obra arquitectónica, sobre la cual quería estar observando de manera permanente.
Ilustración de la casa según Armando Lira, publicada por Sady Zañartu.
Imagen del puente ya habilitado al uso (colección Oliver, hacia 1880).
Fue por esta razón que Zañartu hizo construir, además, una casa casi al final de la que sería llamada después como la Calle del Puente (denominada así precisamente por el Puente Cal y Canto), por la actual Gabriel de Avilés con Aillavilú, procurándole un altillo de segundo piso desde el cual vigilaba diariamente la construcción del puente al comenzar los trabajos sobre el río, cuando no se encontraba en el sitio mismo de las faenas, al menos en la leyenda, porque las fotografías de época parece demostrar que la ventana principal de esos altos se ubicaba hacia el oriente. A veces, se hacía acompañar del Ingeniero del proyecto, casi sin quitarle la vista a la obra que terminaría de consagrar su nombre en el recuerdo de la ciudad. Doscientos reos y vagabundos encadenados eran obligados al trabajo, armando el puente bajo su atenta e ineludible mirada, además de amedrentados por los látigos.
El caserón que tenía por mirador era de aspecto rústico, según las imágenes, o al menos así lucía al momento de ser retratada. La única gran comodidad que le procuró Zañartu a este sitio era la vista de celador que le facilitaba sobre el lecho del río. De alguna manera, no obstante, la casa era una típica morada rústica de tiempos coloniales, de adobe y altos techos de tejadillo de dos aguas.
Destacaba esa ventana con balconete del segundo piso del portalón, en la fachada, por la cual -según la leyenda- asomaba insistentemente el Corregidor, incapaz de distraerse del proyecto de levantamiento del puente. Tenemos entendido que la ventana daba hacia la calle interior, como hemos dicho, pero las posteriores sí daban hacia el río.
"Allí se encaramaba en las tardes -escribe Sady Zañartu- a contemplar con sus catalejos los diferentes trabajos, siguiendo con apasionamiento las incidencias de los picadores, herreros y albañiles".
Con frecuencia, el Corregidor gritaba instrucciones desde esta ventana, especialmente cuando se trataba de castigar a palos o látigos a los infelices que desobedecían o que pretendían rebelarse. Era tan temido que hubo ocasiones en que bastó que se asomara con su rostro enfurecido por ese sitio, para que trabajadores amotinados desistieran inmediatamente del levantamiento y volvieran asustados a sus labores en el puente. Los patrones que querían castigar a sus esclavos o sirvientes por malas conductas, los mandaban por algunos días a formar parte del equipo de constructores. Así, blancos, criollos, negros, mulatos e indígenas trabajaban sin distingos de razas ni de trato, pues la mano de hierro e intolerante de Zañartu era bastante "democrática", después de todo.
Pánico causó en la sociedad santiaguina cuando el Corregidor decidió aumentar a los trabajadores forzados haciendo capturar borrachos escandalosos, rotos pendencieros, ladrones y cuanto rufián encontró en la calle. A veces iba personalmente a caerle encima a los gañanes y ebrios, a la cabeza de la guardia. Y a pesar de las críticas posteriores que le hace Benjamín Vicuña Mackenna por estas tropelías, por varios meses Santiago fue quizás una de las ciudades más libres de desórdenes e incidentes del tardío período colonial.
Fotografía de la casa (Archivo de la Biblioteca Nacional)
También hubo otras ocasiones en que escuchó desde su habitación en la casa las revueltas o intentos de fuga de los prisioneros, y bajó corriendo a sofocarlas, arma en mano. No le faltaron agallas para enfrentar a los rebeldes. El último evento de esta clase habría tenido lugar en 1780, según registros.
Así pues, los trabajos avanzaban seguros y la arquería del enorme puente quedó terminada en 1778, justo cuando el Cabildo comenzaba a tener problemas de financiamiento para concluir la instalación de ladrillos y cal. La obra pudo entregarse al uso del público al año siguiente, para tránsito a pie y a caballo. Sólo entonces, y más de diez años después de iniciada la construcción, Zañartu pudo soltar los hombros y abandonar esta casa que le sirviera de observatorio por tantos años de tensiones, angustias e incertidumbres.
El célebre Corregidor se retiró a su quinta de la Cañadilla, donde vivió eternamente enfrentado con sus vecinos, con quienes parece haber tenido siempre una mala relación. Fue acosado, además, por la Defensoría de los Pobres, que quiso levantar una serie de casos de abusos en su contra por los trabajos forzados del puente.
Dos años más demoraría en concluirse el Puente de Cal y Canto, en febrero de 1782. Por extraña coincidencia, Zañartu falleció sólo dos meses después de concluidas estas faenas. Aparentemente, la casita del final de calle Puente ya no estaba entre sus posesiones, pues no aparece mencionada en una tasación de bienes suyos que se hizo en 1784. Años después, ya en el siglo XIX o inicios del XX, funcionaba un bar a un costado de la misma, según lo revelan las fotografías de época, y su aspecto era ruinoso y con olor a demolición inminente.
A pesar de la existencia de las fotografías de la fachada de la casa y registros de su posición precisa, la ubicación ha sido, a veces, una información confusa entre algunos investigadores y fuentes serias de estudio. No ha faltado, inclusive, quien la ha confundido con la Posada del Corregidor Zañartu, otra casona que está en la ex Calle de las Ramadas, hoy Esmeralda, pero que no tuvo vínculos reales con él pese a su nombre y a ostentar en la fachada una reproducción del escudo familiar. Hay quien ha dicho que en una de sus ventanas, sin embargo, se encontraba la forja viscaína original que estaba en el balconete de la casa que Zañartu usaba para observar a los trabajadores, dato que no pude confirmar.
Actual calle Aillavilú, donde estaba la casa.
Vista y acercamiento a la placa histórica colocada en el edificio de Alberto Cruz Montt y Roberto Dávila que hasta ahora ocupa la ubicación de la antigua casa del Corregidor Zañartu, entre Aillavilú (ex Calle del Corregidor) con General Mackenna. Lamentablemente, muchas capas de pintura han ido haciendo cada vez menos legibles las inscripciones, que dicen: “EN ESTE MISMO SITIO EXISTIERON HASTA 1926 LOS ALTILLOS DEL CORREJIDOR ZAÑARTU 23”.
El dato más preciso sobre la ubicación de la antigua casona es aportado por Justo Abel Rosales, en 1888, en su "Historia y tradiciones del Puente Cal y Canto": la dirección de la casa es la llamada Calle de Zañartu, en el Nº 6. El nombre le fue dado precisamente por la presencia del Corregidor en ella.
Para entonces, sin embargo, este callejón no era más que un sendero que conectaba por el costado del río a la Plaza de Abastos (futuro Mercado Central), haciendo "esquina con el rancherío riberano, antes de llegar a San Pablo", según agrega Zañartu en libro "Santiago calles viejas". La ex calle de Zañartu es la actual Aillavilú, famoso centro bohemio del Barrio Mapocho.
El pequeño y corto paso de Aillavilú conserva hasta hoy cierta popularidad como lugar de entretenimientos y jolgorio, acogiendo a históricos bares antiguos de Santiago como "El Touring" y el famoso restaurante "La Piojera", frente a cuyo actual terreno se había encontrado la casa con altillo del Corregidor.
Sady Zañartu agrega el detalle de que la vieja casa del Corregidor lucía allí aislada en el entorno semi-rural que dominó por largo tiempo este sector de la ciudad, hasta su demolición. La imaginación servirá para visualizar mentalmente hoy la vista que habría tenido desde su ventana mirando la construcción del puente.
En el lugar que correspondía a la casa, se ha construido un edificio de los arquitectos Alberto Cruz Montt y Roberto Dávila, en 1928, los mismos restauradores de la llamada Posada del Corregidor de calle Esmeralda hacia esa misma época. Una placa oscura en la fachada del edificio, por el lado de la cortísima calle Gabriel de Avilés justo en donde estuvo el caserón, recuerda con el escudo de su linaje la presencia que allí tuvo alguna vez el nervioso Corregidor de Santiago, vigilando con su catalejo la construcción del Puente de Cal y Canto.

6 comentarios:

  1. BENJAMIN GUTIERREZ ESPINOSA12 de marzo de 2012, 21:29

    CRISS: tengo una confusión, recuerdo que en mis primeras salidas de intimidad bailable visitaba por calle Esmeralda cercano a Mac Iver un subterráneo de fuerte oscuridad y suave música junto a un único suave y afrodisiaco “vino navegado”, cómplices ayudantes para conquistar señoritas, que tanto costaba accedieran a bajar su escala ,al pasar los minutos se olvidaran de recatos.
    Este rincón bailable cuya edificación y estilo de antigua data era conocido como LA POSADA DEL CORREGIDOR .Tiene alguna relación con esta crónica. Gracias y saludos.

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  2. Hola, pues, don Benjamín! La famosa Posada del Corregidor (qué envidia le tengo, por haberla alcanzado a conocer en sus años bohemios) en realidad nunca fue del personaje: la compró un descendiente del Corregidor Zañartu y la remodeló como homenaje a su recuerdo, colocándole el nombre también a la plaza (ex Plaza de las Ramadas) y una piedra con el escudo de la familia en la entrada. En realidad el Corregidor nunca vivió en esta casa de calle Esmeralda, sino en la otra, de Aillavilú, la que describo en el artículo. Muchos saludos.

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  3. Vaya, como sirve darse una vuelta por su blog, amigo Criss. Vivo a una cuadra de la supuesta casa del Corregidor en Esmeralda, y recién me enteo de la verdadera historia que tiene. Saludos.

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  4. Dejo aquí un enlace a lo que escribí en el libro, sobre la Posada del Corregidor de calle Esmeralda: http://www.issuu.com/urbatorium/docs/la_vida_en_las_riberas_tomo_dos/46

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  5. Estimado, hay un error en la fecha de los primeros preparativos del puente en el quinto párrafo. Dice 1964, debe ser error de tipeo y decir 1694, supongo. Saludos!!

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  6. Muchas gracias. En realidad debía decir 1764... Arreglado!

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