
Imagen del monumento con su primer pedestal e instalaciones del entorno, en
la actual Plaza Baquedano, hacia 1915.
Coordenadas: 33°26'11.84"S 70°38'6.10"W
Hemos sido educados con la idea de que el centro de Chile se encuentra en la
Plaza de Armas, nuestro kilómetro cero nacional. Sin embargo, cada vez que
se trata de celebrar alguno de nuestros escasísimos y casi fortuitos
triunfos deportivos, o bien sea para protestar públicamente por alguna de
las razones que sobran, nuestra chusma prefiere sacar pasajes hasta el
sector de “Plaza Italia” y Plaza Baquedano, en el Metro Baquedano donde se
dividen las comunas de Santiago Centro y Providencia. Sus pobres jardines y
monumentos se llevan el peso de las iras y las alegrías de este infeliz y
aburrido pueblo que, para ambos casos, se manifiesta de las mismas formas:
con vandalismo y destrucción frenética.
¿Qué impulsa a la masa y a veces también a su peso muerto a arrojarse
colérica de risa o de llanto a este sector de la ciudad, donde se abre la
arteria de tránsito más importante de toda la capital? ¿Será, acaso, que en
nuestro subconsciente colectivo se desliza la idea de es allí donde se
encuentra el verdadero centro de Santiago, su kilómetro cero?
Uno de los distintivos de este sitio esencial de la ciudad es la imponente
estatua de un ángel y un león que vigilan desde hace un siglo, con mirada
fija hacia el poniente y a unos ocho metros de altura, el vertiginoso
crecimiento material de Santiago y su progresiva mengua moral. Están sobre
un pedestal blanco, contrastante con el color negruzco de las partes
metálicas del conjunto. Es el Monumento de la Colonia Italiana, símbolo
capitalino tan poderoso que ha dado su nombre a la plazuela donde se
encuentra al final de Parque Balmaceda, generando para la posteridad una
confusión nominal con respecto a la Plaza Baquedano, que es realmente
aquélla donde se encuentra la estatua del insigne héroe de la Guerra del
Pacífico.
Fue inaugurada el 20 de septiembre de 1910 con el nombre de
Monumento al Genio de la Libertad, como parte de los homenajes que
colonias extranjeras rindieron a Chile en su primer centenario de la
Independencia. En este caso, podrá deducirse que el regalo fue realizado por
la colonia italiana residente en el país, encargándole la labor de concebir
el monumento al artista ítalo-argentino Roberto Negri. La producción de la
pieza quedó en manos de la fundición de Santiago de don Rómulo Tonti, el
vinculado a la Escuela de Artes y Oficios, además de alguna relación con autoría y participación en otros proyectos y obras, como el de la estatua
de Manuel Rodríguez situada a poca distancia de este monumento.

Plaza Baquedano, cuando era "Plaza Italia" con el monumento en su centro.
Fotografía del 11 de enero de 1926, durante la construcción de las líneas
férreas ya desaparecidos. Vista hacia el oriente de la Alameda. Imagen
tomada de álbum "Luces de modernidad: archivo fotográfico CHILECTRA"
(Gerencia Corporativa de Comunicación Enersis S.A., 2001, Larrea
Impresores).

El monumento, también hacia los años 20.

El antes y el ahora.

El día que fue descubierta ante el público, asistió al acto el Embajador
italiano extraordinario Borzarrelli de Rifreddo, quien vino especialmente a
Chile para participar del encuentro. También estuvieron presentes los ministros
de Hacienda, de Obras Públicas, de Relaciones Exteriores y de Guerra y Marina;
les acompañaba la tripulación italiana del navío “Etruria” y los regimientos
Miraflores, Dragones y Tucapel, más la banda de guerra del Regimiento
Chorrillos.
La belleza de las estatuas asombró a los concurrentes. Negri había diseñado
una imagen alegorizando la libertad de la joven República. Una
interpretación dice que el ángel, con aspecto mancebo y representativo del
pueblo chileno, levanta una antorcha altivamente mientras acaricia el lomo
feroz del felino, representativo del pueblo italiano. Otra que he oído de un
guía dice totalmente lo inverso: es el león el que simboliza al pueblo
chileno mientras el ángel le señala el camino... Apostaría más por la
primera, pues nos parece más bien que el león acompaña al ángel
protegiéndolo en su camino de emancipación e independencia: uno ilumina la
senda y el otro lo resguarda.
Así, los italianos juraban lealtad a sus anfitriones chilenos. Nadie sabía
entonces, que el advenimiento de los complejos sucesos del siglo XX
permitirían evaluar estas mutuas promesas de fidelidad en más de una
ocasión, por supuesto.
En sus primeros tiempos, la majestuosa visión del ángel y el león estaba
montada sobre un pedestal de roca rosada, traída de canteras nacionales.
Según la ficha informativa del Consejo de Monumentos Nacionales, en esta
base de piedra estaba tallada la frase “GLI ITALIANI A LA INDEPENDENZA DE
CILE, 1810-1910”.
En
las esquinas del pedestal se encontraban grabados los nombres de las grandes
batallas finales de la Independencia de Chile: Rancagua, Cancha Rayada,
Chacabuco y Maipú. En cada uno de estos cuatro vértices hay un escudo que,
curiosamente, muestra una estrella pentagonal invertida. Originalmente estos
escudos estaban en posición casi horizontal, mientras que hoy lucen
verticales. Ignoro si son los originales; por las imágenes viejas creo más
bien que no o que hoy están incompletas, cuanto mucho. La información del
Consejo agrega que la estructura tenía varios adornos y guirnaldas que
también se distinguen en las fotografías de época.
Sin embargo, por alguna razón que desconozco y en alguna época que aún no he
podido precisar, se le recubrió con baldosas de piedra blanca que se
llevaron gran parte de la belleza del conjunto, además de darle un aspecto
casi de “baño” que en nada favorece su solemnidad, para nuestro gusto.
Muchos de estos cuadros de piedra pulida estaban en deplorable estado hasta
hace poco, además, presumo que por culpa de las ya citadas alegrías y penas
nacionales, que siempre terminan siendo catalizadas sobre este lugar de la
ciudad. La antorcha del ángel tampoco tiene su punta y, como nuestro buen
ánimo nacional, parece que hace rato se apagó, pues sus flamas congeladas en
el bronce desaparecieron quién sabe desde cuándo. La llama de la libertad
que nos festejaran los italianos, quizás no acompaña a Chile, como tampoco
están ya sus mencionadas decoraciones y guirnaldas.



Estas transformaciones deben tener alguna relación con los varios traslados del
conjunto. El monumento había permanecido hasta 1928 al centro de la plaza, antes
de ser desplazado por el General Baquedano y su caballo magnífico. Esto
contribuyó a cristalizar el error nominal entre Plaza Italia y Plaza Baquedano,
al que ya nos hemos referido. Al parecer, fue ahí cuando se la ubicó del lado
Sur Oriente de la Plaza, al frente de la desaparecida Estación Ferroviaria
Pirque.
Cincuenta años después, en 1979, el trazado del proyecto de Metro subterráneo
contempló la construcción de la Estación Baquedano en la Línea 1, casi
exactamente bajo donde estaba el monumento, debiendo ser desplazado por segunda
vez, ahora hasta hasta el frente de Parque Bustamante. Incluso se evaluó la
posibilidad de trasladarlo hasta otro sector de la ciudad, idea que,
afortunadamente (o desgraciadamente, según el punto de vista), no prosperó.
El último traslado del complejo tuvo lugar otra vez por causa del progreso y
de la ampliación del Metro, tras iniciarse la construcción de la Línea 5, en
1994. Con la aprobación de la colonia italiana, se le retiró y estuvo largo
tiempo ausente hasta que, en octubre de 1997, fue recolocada silenciosamente
y sin reinauguración, esta vez un poco más al norponiente, hasta el sector
más cerca del río Mapocho donde hoy se encuentra, casi paralelo a la estatua
del General Baquedano, en el lado poniente del Parque Balmaceda, donde están
las avenidas Providencia con la Costanera Andrés Bello y el Puente Pío Nono.


Aspecto del monumento con sus últimas restauraciones... Hasta que la masa
humana vuelva a celebrar sus penas y alegrías sobre esta instalación y la
del General Baquedano.
Lamentablemente, parecemos habernos acostumbrado al estado de descuido en
que se encuentra el monumento la mayor parte del tiempo, ya sin sus
guirnaldas y con esas baldosas de baño que parecen invitar a los meones que
descargan contra el mismo los chorros de orina del fin de semana. Baldosas
que los borrachines (muchos provenientes del barrio Bellavista) se habían
ido robando o rompiendo de una a una.
Casi anualmente debe ser reparado (las fotografías de los daños que aquí
muestro son sólo de unos tres o cuatro meses atrás). Los “carnavales” de
capitalinos celebrando “triunfos deportivos” hasta del más picante y
patético campeonato de fútbol se han encargado de hacer el resto,
destruyendo las ruinas, partiendo los escombros y cortando heridas sobre las
cicatrices que ya existen. La rayan y la montan en cada ocasión. En otra
oportunidad, rompieron con piedras unos paneles de mármol, de la base
consiguiendo fracturar grandes trozos del mismo que quedaron tirados allí
mismo en la plaza. Así es que el ángel ya no tiene llamas en su antorcha;
mañana, quizás, despierte a algún alba sin la compañía de su león.
¿Merece el pueblo de Chile un homenaje a su condición republicana, entonces,
permanentemente expuesto al vandalismo? ¿Qué hemos conseguido reflejar sobre
él tras 200 años de autonomía, sino el habernos convertido en un pueblo cada
vez más llenos de vicios de descontrol, de represiones que estallan con las
bajezas etílicas, y de pasividades abismantes tal cual lo prevenía don Diego
Portales en su famosa carta a Cea, advirtiéndole de sus desconfianzas sobre
el ideal de la Democracia en 1822? ¿Qué destruye al monumento, sino la misma
decadencia que hoy nos caracteriza como chilenos, entre vandalismo, orines
fétidos, "grafittis" incomprensibles o vómitos ebrios? ¿De dónde
viene la compulsión del robo de todo lo que esté en las calles, de aquello
que es de todos y que no es de nadie, el
robar por robar casi como reflejo condicionado; e incluso por robar o
romper objetos inútiles al interés práctico del agresor, como baldosas de
mármol?
Con esto ya me gané otra vez el anatema histérico de fascista...
Seguro.
Por ahora, el monumento luce reparado, al menos hasta la próxima "fiesta en
Plaza Italia" o protesta nacional. Como la independencia que justificó
alguna vez su instalación en Santiago, entonces, quizás sigue bajo la
amenaza de una misma chusma primitiva y visceral a la que rinde homenaje, o
bien sigue en la esperanza de la expectativa de mejorar como pueblo
retomando la invisible senda que simboliza el conjunto.
¿Y todos los monumentos de Lima saqueados durante laocupación chilena que se hallan en plazas y parques de distintas ciudades de Chile, p.ej, la Plaza de la Victoria en Valparaiso (hasta Turistel lo dice) y Talca.
ResponderBorrarJajaja.... "Turistel"... Qué fuente más confiable y seria para aprender de historia, ¿no? Sólo digno de Uds.
BorrarEn un domingo de aburrimiento y pasando por una esquina de la plaza Italia o Baquedano, da lo mismo, me llamó la atención un contraste notorio. Saqué el celu y tomé la foto, usando incluso los lentes de sol como filtro. Se trataba del "moderno" edificio de una compañía de teléfonos y una ennegrecida escultura de un aparente angel con una antorcha y un león. Difícil de interpretar a primera vista, pensé que se trataba de una alegorìa a algún mito griego. Pero lo más importante en la foto era mostrar el contraste entre lo antiguo y lo moderno. Si se observan con atención ambos, se puede notar el mamarracho arquitectónico del eificio ese y el arte cuidadoso y dedicado revelado en la escultura. Me gustó tanto la foto que la adopté como foto para mi perfil de actividad en cierta página web. Lo antiguo, dedicado, cuidadoso artístico, y lo moderno a la rápida, para ganar platita y dar una imagen que no se compadece con la actividad siempre defectuosa que pretende representar. He visto arquitectura de mejor calidad en Chicago, en edificios menos importantes que ese. La estatua me pareció pequeña, y pensé que se trataba de un mero ornamento, pero con lo que he leído, excluído lo de los guáteres públicos, me parece una historia interesante y esclarecedora de su verdadera importancia.
ResponderBorrarGracias
No entiendo cual es el problema con las estatuas saqueadas de Lima(efectivamente fueron "robadas" luego de la victoria chilena). Desde tiempo inmemoriales, independiente del bando, siempre se llevan botines en las guerras, de hecho se me hace muy difícil encontrar algún país que no los posea. Las de la plaza de la victoria en Valparaíso a mi juicio están bien mantenidas. Lo que sí me parece reprochable es que durante el saqueo a Lima murieron muchos civiles. PD: muy buen artículo
ResponderBorrarEl monumento a Manuel Rodriguez es obra de la escultora Blanca Merino, fundida en los talleres de Romulo Tonti. Merino merece justo reconocimiento como una de las pocas autoras femeninas que lograron ocupar el espacio público con obras monumentales.
ResponderBorrar"En honor a la verdad respecto a los comentarios que he leído sobre la fuente de agua de la Plaza de la Victoria de Valparaíso, la leyenda popular no se sostiene frente a antecedentes más serios como el que agrego:
ResponderBorrarOtra de las curiosidades, dignas de mención, de esta popular plaza, es su ornamentación; Su hermosa pileta o fuente en el centro de la plaza, las 4 estatuas que representan las 4 estaciones del año y los 2 leones que están en una de sus entradas, (la cual se supone la principal), tradicionalmente se ha dicho que todo esto no es mas que un botín de guerra, obtenido durante la guerra del pacifico.
Afortunadamente la verdad sobre sus estatuas, lejos de estar teñida en sangre, es que fueron un regalo de un antiguo Intendente de la ciudad, Don Francisco Echaurren en 1875, 4 años antes de la Guerra del Pacifico. Sucede que estas estatuas junto con la pileta fueron mandadas a construir a Francia a una fundición llamada Val D´Osne y eran hechas a catalogo y por pedido. Así podemos encontrar, por ejemplo, una replica exacta de la pileta en el cuzco en Perú y en otras ciudades sudamericanas, porque eran hechas en la misma parte. (con algunas variantes eso si, como el color y el tamaño pero es, esencialmente, la misma pileta repartida en 5 ciudades de latinoamerica diferentes).
Una vez desmentida la leyenda de que las estatuas habían sido traídas desde el Perú como botín de Guerra, y como la verdad era demasiado aburrida, surgió otro rumor, mucho mas plausible y por lo mismo hasta mas creíble. Quienes gustan de teorías de conspiración, saben o mas bien suponen que tanto don Francisco Echaurren como los caballeros de la fundición en Francia eran masones que pertenecían a la misma confraternidad y que por lo tanto todas las estatuas lejos de estar aleatoriamente colocadas, marcarían una especie de agenda oculta o algo por el estilo. Por supuesto esto ultimo no pasa de ser una mera leyenda urbana… o tal vez no."